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Artículo publicado por el 23 de agosto del 2015

http://diariouno.pe/2015/08/23/hay-que-morir-con-dignidad/


El día que me llegue la muerte, quiero que sea en mi casa

morirLuego que Virginia, una enfermera jubilada, sufrió su primer infarto cerebral y salió de alta del hospital con una secuela de hemiplejia (parálisis de medio cuerpo) del hemicuerpo derecho, que requería intensas sesiones de terapias de rehabilitación entre ellas, terapia física, terapia ocupacional y terapia del lenguaje, le hizo prometer a Rubén, su esposo, que era dos años mayor que ella, que en el futuro cercano y lejano, suceda lo que suceda en relación a su salud, le prometiera que no la volvería a llevar al hospital, que si su estado de conciencia ya no le permitiese poder decidir por ella misma, y que lo que tenga que pasar, lo pase en su casa.

Virginia había sido una mujer muy activa y dinámica, siempre atenta y dispuesta a ayudar a los demás, luego que sus hijos crecieron y se fueron al extranjero ayudó a cuidar de sus hermanos mayores hasta que ellos fallecieron.

Rubén le había prometido a Virginia que no la llevaría a ningún hospital pero que debía de poner más empeño en su salud, realizando sus terapias, y acudir regularmente a sus controles y chequeos médicos, situación que Virginia cumplió al pie de la letra, Virginia estaba inscrita a un programa de visitas domiciliarias que le proporcionaba el seguro de salud al que ella pertenecía y en donde recibía visitas regulares de su médico de cabecera, de las enfermeras y los terapista, incluso recibía terapias de psicología sobre todo de memoria, pues daba signos de presentar un cuadro de demencia tipo Alzheimer y cada día era más dependiente.

FUERTE DOLOR DE CABEZA

Un día lluvioso de julio, Virginia amaneció con un fuerte dolor de cabeza, malestar general y fiebre, con algo de dificultad para respirar y un dolor punzante en el lado derecho del tórax. Su médico de cabecera le diagnosticó una neumonía e indicó una serie de medicinas que incluían antibióticos endovenosos. Recomendó que Virginia se quede en su casa recibiendo el tratamiento, situación que estuvieron de acuerdo tanto Virginia y su esposo.

Ese mismo día acudió a visitar su hija Patricia a la que no la veían desde hacía varios meses, pues siempre justificaba sus pocas visitas a sus múltiples labores. Patricia, al enterarse, de que su madre estaba con neumonía y se iba a tratar en su propio domicilio, armó un tremendo escándalo y alboroto y obligó a su padre a que la lleven a un hospital, porque una neumonía no podía controlarse en casa y que ella “no iba a permitir que le pase nada malo a su madre”.

NO QUERÍA IR AL HOSPITAL
Virginia fue trasladada llorando porque ella no quería ir al hospital, dentro del hospital pasó tres noches en emergencia, hasta que pudo conseguir una cama hospitalaria en la sala de hospitalización. Durante esos tres días solo pudo ver a Rubén que estaba muy estresado y solo unos breves momentos ya que las visitas eran muy estrictas, breves y restringidas. Patricia no acudió ni una sola vez al hospital a ver a su madre.

En sala de hospitalización Virginia empeoró su estado, al parecer porque adquirió una neumonía intrahospitalaria mucho más agresiva que la anterior y de tratamiento muy intenso, por lo que tuvo que recibir respiración asistida con un respirador artificial, y sedación completa.

Virginia falleció una madrugada sola en la sala de cuidados intensivos, por lo que su cuerpo fue trasladado al mortuorio del hospital en una bolsa negra en donde estuvo solo hasta el día siguiente en que Rubén el esposo, muy desolado pudo recién recogerla y llorar a su esposa, a la que no tuvo la ocasión de despedirse, en sus últimos instantes.

Esta situación no es infrecuente en la práctica médica con adultos mayores, muchas veces es mejor tratar una neumonía en casa que en el hospital sobretodo en ancianos dependientes con secuelas de enfermedades graves.

SIN REGLAMENTO
En nuestro país, aún no está reglamentada la ley para que se respete el derecho de paciente de no recibir medidas de soporte innecesarias, como transfusiones, diálisis, quimioterapias, ventilación mecánica en pacientes con enfermedad terminal en donde ya no se le aporta unos días más de vida sino que se le prolonga una agonía innecesaria. En nuestra realidad está contemplado en el Código de Ética y Deontología del Colegio Médico del Perú pero no encuentra legislado. En otros países existe lo que se conoce como Testamento Vital o Voluntades anticipadas en donde el paciente de manera consciente acude a un notario y le lleva un documento escrito y firmado por él y dos testigos en donde escribe que dado el caso que sufriera una enfermedad terminal o invalidante, no desea que se le practique en su persona medidas de soporte innecesario. Tenemos poca experiencia en el Perú, sobre esta situación lo que suelo hacer es copiar modelos de otros países como España o México y hago que el paciente lo escriba y lo lleve al notario.

Para que una persona fallezca en su casa debe de tener soporte familiar y un cuidador responsable que lo asista en los últimos momentos de su vida, lo asee, lo vista y le administre los medicamentos indicado por su médico, si la persona no cuenta con familia o cuidadores comprometidos es muy difícil que pueda permanecer en su domicilio.

EL MEJOR LUGAR
Soy un convencido que el mejor lugar para fallecer es en su propio domicilio, rodeado de sus seres queridos, bien despedido, bien llorado, bien acompañado y cumpliendo con los sacramentos y rituales de la religión que profese. En otras palabras debe de morir en paz.

Como anécdota y regla moral no escrita pero real, “El hijo que menos aporta y apoya es el que más molesta”.

Virginia tuvo una muerte solitaria penosa y larga con una agonía que no mereció tener y lo peor de todo es que no se respetó su voluntad de permanecer en su casa hasta el final.

CARLOS SANDOVAL CÁCERES

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